Unidad: El humanismo y el desarrollo del pensamiento científico
Contenidos: El humanismo, una nueva visión del ser humano.
Fuente: Obras políticas, Maquiavelo, Nicolás, El Príncipe, Editorial Librería "El Ateneo", Buenos Aires, 1957, Traducción Luis Navarro
ANÁLISIS DE FUENTE EL PRÍNCIPE, CAPÍTULO XVIII
Con este autor existen muchos prejuicios, por ello presentamos un análisis del capítulo XVIII De que modo los príncipes deben guardar la fe prometida, que además puede servir de ejemplo para un análisis de fuente por párrafo.
Texto:
Párrafo 1:
Todo el mundo sabe cuán laudable es que el príncipe prefiera siempre la lealtad siempre a la falacia; sin embargo, la experiencia de nuestros tiempos prueba que príncipes a quienes se ha visto hacer grandes cosas, tuvieron poco en cuenta la fe jurada, procurando atentamente engañar a los hombres y consiguiendo al fin dominar a los que en su lealtad fiaban.
Se pueden ver en este párrafo las siguientes apreciaciones:
Es una opinión colectiva el que sea un elemento positivo el que el príncipe prefiera la lealtad a la falacia, esto comprendería el deber ser del príncipe.
Sin embargo, este deber ser del príncipe en la práctica, y tomando como base su propia experiencia histórica, pareciera no ser practicado por quienes han realizado grandes obras, por lo tanto el principio anterior quedaría tan sólo como algo deseable y no algo que se practique en el cotidiano.
Parece también relevante tener en consideración que las afirmaciones que hace son en base a la experiencia de su presente.
En conclusión, en este párrafo podemos ver que existe una contradicción entre lo que debería ser un príncipe y lo que realmente es en la práctica (es decir, diferencia entre el ser y el deber ser)
Párrafo 2:
Sépase que hay dos maneras de combatir, una con las leyes y otra con la fuerza. La primera es propia de los hombres, y la segunda de los animales; pero muchas veces no basta con la primera, es indispensable acudir a la segunda. De aquí que a los príncipes les convenga saber aprovechar estas dos especies de armas. Los antiguos escritores enseñaban esta condición de un modo alegórico, diciendo que Aquiles y muchos otros príncipes de remotos tiempos fueron dados a criar al centauro Quirón, quien los tenía en su guarda. El darles un preceptor medio hombre, medio bestia, significa la necesidad de saber usar ambas naturalezas, porque una sin otra no es duradera. Obligado el príncipe a saber emplear los procedimientos de los animales, debe preferir los que son propios del león y del zorro, porque el primero no sabe defenderse sin trampas, y el segundo no puede defenderse de los lobos. Se necesita, pues, ser zorro para conocer las trampas, y león para asustar a los lobos. Los que sólo imitan al león, no comprenden bien sus intereses.
Se pueden ver en este párrafo las siguientes apreciaciones:
Primero hace la consideración de que existen dos maneras de combatir: leyes y fuerza.
Se puede ver que considera propia de los hombres a las leyes, pero también hace el alcance de que esto no basta, es necesaria la fuerza para el mantenimiento del poder, lo importante es ocupar la que corresponde en el momento apropiado, es decir, utilizar cada una de estas en base a las circunstancias del momento.
Para reforzar este principio recurre a los griegos clásicos e interpreta una leyenda, lo que puede mostrar una nueva utilización de la mitología.
También señala que no basta con tener una de las dos naturalezas, es necesario poseer ambas, una como sustento de la otra, lo que puede mostrar el concepto de mesura, es decir, un equilibrio entre las dos armas que se emplean.
Nuevamente utiliza una alegoría cuando expresa que la parte animal debe ser un equilibrio entre las cualidades del león y del zorro (lo que es una significación de manera colectiva de lo que se supone son los animales, ya que a estos se les da una cualidad humana)
Se puede ver que se busca un justo equilibrio de los medios de que el príncipe dispone y que sustentarían su poder, si exagera en uno u otro sentido el resultado no sería bueno.
Párrafo 3:
No debe, pues, un príncipe ser fiel a su promesa cuando esta fidelidad le perjudica y han desaparecido las causas que le hicieron prometerla. Si todos los hombres fueran buenos, no lo sería este precepto; pero como son malos y no serán leales contigo, tú tampoco debes serlo con ellos. Jamás faltaran a un príncipe los argumentos para disculpar el incumplimiento de sus promesas, de lo cual podrían presentarse infinitos ejemplos modernos y demostrar cuántos compromisos y tratados de paz han dejado de cumplirse por deslealtad de los príncipes, siendo siempre ganancioso el que mejor ha imitado al zorro.
Se pueden ver en este párrafo las siguientes apreciaciones:
Expresa claramente que no se debe ser fiel a una promesa cuando esta perjudica y han desaparecido los motivos que hicieron prometer esta cuestión.
Sin embargo, es necesario ver el contexto de este precepto, la primera consideración es sobre la naturaleza del hombre y la segunda el contexto en que esto se desarrolla.
Con respecto a la naturaleza del hombre dependiendo de nuestra postura se le puede considerar un pesimista o un realista, más allá de este hecho lo importante es señalar que parte de lo que el considera sucede en la práctica los hombres son malos y desleales, en este contexto no se da una reciprocidad cuando alguien es bueno.
Para hacer esta afirmación el autor se basa en su contexto histórico y por ello parte de su experiencia, en que el deber ser del príncipe no va de acuerdo a su actuar y que además esto le resulta provechoso para la conservación de su poder político.
En resumen, Maquiavelo parte su argumentación, nuevamente, de su propio contexto haciendo una afirmación: los hombres no son buenos, de esta última realiza su consejo.
Párrafo 4:
Pero es indispensable saber disfrazar bien las cosas y ser maestros en fingimiento, aunque los hombres son tan cándidos y sumisos a las necesidades del momento que, quién engañe, encontrará siempre a quien se deje engañar.
Se pueden ver en este párrafo las siguientes apreciaciones:
Pero Maquiavelo señala que no sólo es necesario lograr estos preceptos, es necesario disfrazar lo que se hace, en base al deber ser.
También es importante que él piensa que siempre hay alguien que este dispuesto a ser engañado, lo cual es una perspectiva que él tiene sobre el género humano.
Párrafo 5:
De los ejemplos actuales citaré uno. Alejandro VI jamás pensó ni hizo otra cosa que engañar a los demás, ni ha habido quien aseverase con más seriedad, ni quién con mayores juramentos afirmara una promesa, ni menos la cumpliese. Sin embargo, sus engaños le fueron provechosos, porque conocía bien a los hombres.
Se pueden ver en este párrafo las siguientes apreciaciones:
Nuevamente recurre a un ejemplo para afirmar su postura, de entre los que él conoce cita a Alejandro VI de quien expresa que siguió el precepto que él señala y que el resultado fue provechoso, es decir, conservo el poder.
Párrafo 6:
No necesita un príncipe tener todas las cualidades mencionadas, pero conviene que lo parezca. Hasta me atreveré a decir que, teniéndolas y practicándolas constantemente, son perjudiciales, y pareciendo tenerlas, resultan inútiles. Lo será, sin duda, el parecer piadoso, fiel, humano, religioso, íntegro, y aun el serlo; Pero con ánimo resuelto a ser lo contrario en caso necesario.
Se pueden ver en este párrafo las siguientes apreciaciones:
Las cualidades deben estar al servicio de la política, se debe aparentar.
En caso de no tener virtudes como piedad es necesario fingir tenerlas en los casos en que esta sea requerida.
La ética y moral no deben afectar el desempeño de la política.
No señala que las virtudes sean opuestas a la política, sino que en ciertos casos pueden resultar perjudiciales.
Párrafo 7:
Ningún príncipe, y menos un príncipe nuevo, puede practicar todas las virtudes que dan crédito a los nuevos hombres, necesitando con frecuencia, para conservar su poder, hacer algo contrario a la lealtad, a la clemencia, a la bondad o a la religión. Su carácter ha de tener la ductilidad conveniente para plegarse a las condiciones de los cambios de la fortuna conveniente para plegarse a las condiciones que los cambios de la fortuna le impongan, y, según ya he dicho, mientras puede ser bueno, no dejar de serlo; pero sí en los casos de impetuosa necesidad. Debe también cuidar el príncipe de que no salga frase de su boca que no este impregnada en las cinco referidas cualidades, y que en cuento se le vea y se le oiga parezca piadoso, leal, íntegro, compasivo y religioso. Esta última es la cualidad que conviene más aparentar, pues generalmente los hombres juzgan más por los ojos que por los demás sentidos, y pudiendo ver todos, pocos comprenden bien lo que ven. Todos verán lo que aparentas, pocos sabrán lo que eres, y estos pocos no se atreverán a ponerse en contra de la verdadera mayoría, que tiene de su parte la fuerza oficial del Estado. De las intenciones de los hombres, y más aun de las de los príncipes, como no pueden someterse a apreciación de tribunales, hay que juzgar por los resultados. Cuanto haga un príncipe por conservar su poder y la integridad de sus Estados se considerará honroso y lo alabarán todos, porque el vulgo se deja guiar por las apariencias y sólo juzga por los acontecimientos; y como casi todo el mundo es vulgo, la opinión de pocos que no forman parte de él sólo se tiene en cuenta cuando falta base a la opinión vulgar.
Se pueden ver en este párrafo las siguientes apreciaciones:
Reafirma lo expresado en el párrafo anterior.
La necesidad de conservar el poder nos lleva a hacer cosas que son indebidas.
En ningún momento señala que el fin justifique los medios.
Párrafo 8:
Algún príncipe de los actuales que conviene nombrar, predica continuamente paz y lealtad, y no hay mayor enemigo de ambas cosas, tanto que, de haberlas respetado, ya en muchas ocasiones hubiese perdido su reputación y sus Estados.
Esto es real, existen casos.
Una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace.
Es necesario para conservar el Estado.
Bibliografía: www.odisea.ucv.cl
viernes, 2 de noviembre de 2007
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